Caístulo vive en territorio indígena wichí, entre el chaco y las yungas, en una comunidad de casas de adobe y nylon, sin luz eléctrica, junto a un pequeño monte rodeado de tierra arrasada: monocultivo, ganadería, petroleras y polvo. A sus ochenta años, apenas iniciada la pandemia por el Covid-19, cayó en coma en el monte. Después de once horas se levantó y empezó a cantar los mensajes que le transmiten las madres, lo que solemos llamar árboles. Fue la primera vez que cantó. Nunca se detuvo.
Nos encontramos cuatro veces entre 2020 y 2022. Caminamos al monte. Cantó en wichí lhämtes, su lengua madre: grabamos. Después me habló en su castellano: escribí a mano lo que dijo. Sin grabar. Cada vez que hizo una pausa para inhalar pasé a la línea siguiente. Leímos en voz alta y corregimos juntos.
Este libro trae su voz, vuelta escritura durante esos encuentros. Cuenta con una edición que circula dentro de territorio wichí y otra que se distribuye donde sea.
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