"Aunque su padre había imaginado para él un brillante porvenir en el ejército, Hervé Joncour había acabado ganándose la vida con una insólita ocupación, tan amable que, por sigular ironía, traslucía un vago aire femenino. Para vivir, Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de sea. Era 1861. Flaubert estaba escribiendo Salammbó, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería. Hervé Joncour tenía trinta y dos años. Compraba y vendía. Gusanos de seda." Nada mejor que transcribir el inicio de esta especial y bellísima novela de Alessandro Baricco que tuvo gran existo en su país para intentar transmitir la poesía que atraviesa toda esta obra.
Alessandro Baricco presentaba la edición italiana de Seda, que tuvo un éxito extraordinario en su país, con estas palabras: Ésta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llamá Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos y dolores, que se sabe muy bien lo que son, pero que no tienen un nombre
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