Ser joven en Paris en los años setenta y escribir una primera novela en una buhardilla alquilada a Marguerite Duras en la rue Saint-Benoit es una aprendizaje tan literario que parece inventado. Volver décadas después y retratar a una aprendiz de escritor en un permanente estado de desesperación impostada que imita a sus ídolos literarios en los cafés convierte esta novela iniciática en un homenaje a la desilusión y la esperanza de los años de juventud.
París no se acaba nunca - Enrique Vila-Matas
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