Desde la aparente fragilidad de "La piel curtida del verano", Julia despliega sus armas: el cuerpo como instrumento preciso de medición, a la manera de los buscadores de oro, detecta vestigios de la emoción en la experiencia material. Hay, en el propio sudor, rastros de quien ya no está, del que todavía no llegó y de quien nunca estuvo.
Paradoja o no, en estos poemas del desencuentro, se encuentran verdades de esas que soñamos quienes escribimos poemas y buscamos poesía. A la espera del regreso infructuoso de algún amante, el yo especula desde la falta, combo alarmante de desparpajo y lucidez.
Así, en el humor desesperado de los versos, se teje una metáfora de la neurosis occidental, donde la voz despega de la anécdota para volverse una usina de reflexiones sobre los cuerpos, las convencines, la degradación de la mteria y los esterotipos civilizatorias: "Voy a sostener el estandarte de la banalidad porque/ tengo una certeza: sé que quiero ser/ la cara de mil mujeres/La cara de nadie".
Cuando leemos poesía albergamos la ilusión de adivinar algo sobre la persona que se aloja detrás de las palabras....Gabriel Reches.
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