Bitar toma de “Wakefield”, el cuento de Hawthorne, algunos elementos. Sobre todo uno, que es el eje del cuento y de este libro: irse misteriosamente y volver misteriosamente. Eso mismo haría el muñeco de nieve. La idea es curiosa, aunque menos que la voz que habla: comienza exponiendo su intención de pensar el muñeco de nieve; sigue contando una historia en un pasado norteamericano; después nos cuenta la historia de su familia –la de la voz– en un presente argentino, y finalmente cierra todo con unas pocas frases. ¿Cómo funciona?, podría preguntarse uno. Pero no parece que funcionar sea la palabra adecuada. La pregunta que me hice fue otra: “¿Qué quiso hacer Bitar?”. Y la respuesta llegó sola: “No quiso hacer nada, y por eso el libro hizo lo que quiso”. Quiso escribir, sí, y que pasara algo –en principio de índole formal, diría–, pero no mucho más. Quiero decir que pensé, al terminar la lectura: qué bueno que no se pueda exponer la intención del autor. No, lo que pensé fue más bien esto: qué bueno que Bitar haya abandonado el libro a su suerte. Porque hay un eje –irse y volver–, pero nada más, y sin embargo el resultado no es gratuito ni caprichoso.
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