Ricardo Zevi traduce para Truba - una editorial de izquierda y de las últimas que a comienzos de los 90 aún tenía un traductor en planta - a un filósofo liberal y racista que estaba terminando de remover las pocas coordenadas ideológicas que le quedaban. Había caído el Muro de Berlín y la URSS colapsaba dejando una parte alarmante de la sociedad "en manos de una mafia reconvertida del stalinismo al robo y la trata de balncas". En eso pensaba Zevi cuando en un bar conoce a Romina, una salteña adventista que recorría las mesas llevando la palabra del Señor. El desafío de levantársela le es irresistible. Romina resulta ser justo lo que necesita, alguien capaz de vivir las aberraciones e inclemencias del destino como una estratagema de Dios, pero junto con el amor surgen también los obstáculos. Los problemas sexuales abren la puerta a la perversión y la violencia. Mientras en Turba, ese reducto hasta entonces inmune a la explotación debido a las ideas progresistas de sus dueños, comienza a operar el "remedio milagroso" de la flexibilización laboral.
Una novela extraordinaria que con una prosa de tono lírico y una fuerza abrumadora retrata y reflexiona acerca del mundo del trabajo, el desbande sindical y la crisis de la izquierda en tiempos de ajuste neoliberal y menemismo, pero también acerca de las posibilidades e ironías del amor en medio de la desesperación y la impotencia. En palabras de Elvio Gandolfo, "una de las mejores novelas argentina que se hayan escrito desde 1810".
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