Hacer memorable lo cotidiano
Por Camila Jorge
Noviembre 2021
No es ninguna novedad, hay época en los libros. Entre las líneas se cuelan mareas de denuncias, deseos y experiencias que se imbrican en el momento que vive quien escribe. Nos toca vivir una época en la que el valor de la experiencia está relacionado con que esta sea visible: lo que no se registra no pasó. Además, la prioridad de la experiencia cotidiana mutó; hoy más que nunca y en primer lugar tiene que entretener a lxs otrxs. En toda época y para todo sujeto hay un otrx al que le hablamos. La cuestión es que ese otrx, en el momento actual, es plural y esconde el rostro en cifras numéricas y algoritmos. Los devenires que esta marca trae se imprimen, también, en la literatura.
Por eso es que hoy queremos hablar de libros que se repliegan sobre sí mismos para relatar la vida cotidiana. Creemos que a esos textos los subyace una apuesta osada: puede haber literatura en cualquier lado. Así, en forma de diario íntimo, de entradas, de crónica, se cocina literatura en las tareas domésticas, en la lista del supermercado, en experiencias poco decorosas de la maternidad. Y es que, como dice Sucari en su última publicación, el ensayo Te hablaría del viento: Una casa no es solo un lugar donde se vive. Los objetos esconden un latido, saben disimular y se aprovechan del silencio. Textos rebeldes se ofrecen como una contraoferta a la lógica digital y se ríen de la máxima del entretenimiento moderno basado en el retrato de vidas perfectas, para reivindicar que algo puede decirse desde el caos y el ahogo. Constituyen una manera de subvertir la experiencia lectora: no apelan a lo profundo ni a la universal, sino que se rebelan contra el mandato de hacer de nuestra vida entretenimiento ajeno. ¿Para que se escriben, entonces, estos libros? En parte, puede rastrearse un intento de apropiación del espacio íntimo para exorcizar las angustias más privadas y poder, a partir de ellas, hacer un común. En este sentido, esta literatura tiene como primer destinatarix al propix escritorx. La literatura aparece como un salvavidas al que aferrarnos en el mar de quehaceres diarios, experiencias personales y dudas existenciales: Desarmo sus campos semánticos. Analizo mi origen sanguíneo mientras simulo ignorarlos. Las tres expresiones que más usa mi mamá son: fuera de broma, agotada e interno. Las tres palabras de mi papá son: energúmeno, telefonito y subnormales. Me busco ahí, entre sus discursos rotos, al borde de lo no dicho, en la música del sonido repetido ¿Cuáles serán mis campos? ¿Qué palabras escuchará mi hijo cuando me observe de lejos?
Hace tiempo que el dualismo entre el ámbito privado y el público se disolvió. Hoy los espacios se fusionan y cuesta redefinir los sentidos de dicha oposición. Aún así, en muchas oportunidades la vida doméstica continúa habitada por feminidades e infancias o, por lo general, voces femeninas encuentran allí algo que merece ser contado. La teórica feminista Sara Ahmed define a la vulnerabilidad como un efecto que funciona para asegurar la feminidad como una delimitación del movimiento en público y una sobre-habitación de lo privado. Este exceso en el espacio íntimo desborda los textos, en una de las entradas que compone Partida de nacimiento, Cosin escribe Sábado. No existe nada. Hasta que su voz abre una muestra entre la profundidad de tu sueño y el mundo. Te llama. Te nombra. Mamá. Abrís los ojos. Ella está ahí. Parada. En remerita y bombacha. Abraza a su oso. Estás, todavía, un poco mareada. Girás la mitad de tu cuerpo en dirección a la mesita de luz. Agarrás el reloj. Mirás la hora. Son las doce. Ella se recuesta en tu cama. Al lado tuyo. Se abrazan. Enlazan las cuatro piernas desnudas. Arman una tienda con las sábanas. Estiran los brazos para tensar la tela. Se hacen cosquillas. Se acarician, por turnos. Se besan las mejillas, la frente, los hombros. Se ríen. Sentís los párpados hinchados. Te palpás con la punta de los dedos. Cerrás los ojos durante unos segundos. Te mantenés a flote, sobre la superficie del sueño. Pareciera que las horas de tregua no lograron desagotar el cansancio acumulado. La reapropiación del espacio privado conlleva otorgarle el valor que alguna vez se le sustrajo. Estos libros gritan en esa dirección: lo que ocurre en mi casa merece ser contado.
Repliegue hacia dentro, entonces, para poder desplegar ese mundo. Autoras con experiencias disímiles exorcizan vivencias cotidianas que nos conmueven. Y esta conmoción tiene que ver con el lugar primordial que se le da al cuerpo, muchas veces cansado y confundido, en los relatos. El hogar vuelve a ser el escenario donde se libran las batallas más importantes. Centro gravitacional y agujero negro al mismo tiempo: En toda casa hay cosas que se pierden para siempre. Estuvieron con nosotros y después no. Escribe Mercedes Halfon en El trabajo de los ojos y es esa condición íntima e indescifrable de lo que ocurre puertas adentro lo que convierte al valiente acto de compartir lo propio en una experiencia con potencia para hacer un común.
El cuadro es de H. Matisse, este año fue encontrado de casualidad en un altillo. Así de vasto es el mundo al que llamamos hogar.
En esta entrada se mencionaron los siguientes títulos:
Vivir una vida feminista - Sara Ahmed
La política cultural de las emociones - Sara Ahmed
Partida de nacimiento - Virginia Cosin
El trabajo de los ojos - Mercedes Halfon
Te hablaría del viento - Leila Sucari
Dejanos saber qué te pareció. Buscanos en Instagram como @sakuralibros o al correo sakuralibros@gmail.com
Muy interesante. Los fragmentos de los libros citados me dieron ganas de leerlos :)
Muchas gracias por brindarnos este recorrido. Un placer leerlo.